Capítulo 2.6

Era viernes, septiembre, y el sol seguía brillando sobre las cabezas de todos los alumnos del instituto a la salida. Todos los chavales hablaban unos con otros, haciendo tonterías, gastando bromas a sus amigos, riendo, haciendo planes para el fin de semana... Hugo estaba sentado contra la pared de las escaleras principales, apoyando la cabeza erguida sobre la pared y mirando al cielo con unos ojos ausentes.
-¡Hola, futuro Bécquer! -le gritó uno de sus compañeros de la clase de Historia a quien ni siquiera conocía- ¿Qué, ya le has escrito un poema a tu amada anónima?
Todos los que iban alrededor de ese chico estallaron en carcajadas, señalando a Hugo con el dedo índice extendido. 
-No, yo no escribo poemas. -Se limitó a decir Hugo, que ni siquiera se inmutó.-
Danielle acababa de cruzar la puerta principal y comenzaba a bajar las escaleras, hasta que se percató de Hugo, y fue hasta él.
-Hey, ¿dónde te habías metido? -Dijo la chica- Te estaba buscando, ya me iba a ir sin habértelo propuesto.
-¿Habérmelo propuesto? ¿El qué? -Dijo el chico, con una leve sonrisa.-
-Me da mucha cosa decirte esto, pero tenemos cosas de las que hablar. -Danielle paró. Ella no era tan espontánea, pero con Hugo era diferente. No se cortaba un pelo.- 
-Eh... Sí, cierto.
Danielle se sentó al lado del chico. Muy cerca. Sus piernas y sus hombros estaban pegados a los de él. Y se sentía segura.
-Pues, ¿quieres tomar algo conmigo esta noche? Conozco muchos pubs muy divertidos y con karaoke, hay uno justo al lado de mi casa.
-Eh... yo no sé cantar, Danielle... -Dijo el chico con la mirada puesta hacia el horizante, sin mirar a su amiga.-
-Pero sabes comer y beber, ¿no? Pues ya está. 
A Hugo le hizo gracia ese comentario que ella hizo, torció el rostro con una sonrisa encantadora y la miró a los ojos. Estaban muy cerca, y él sentía ganas de abrazarla... Y de besarla.
-Vale, Danielle. Está bien. No sé donde vives, pero estaré en tu casa a las nueve y media.
Es lo más atrevido que he dicho en mucho tiempo. Ha sido sin pensar. Se decía el chico.
-Vivo tres manzanas lejos de aquí -La chica señaló hacia la izquierda- No te costará encontrar mi casa. Sólo te digo que es no es la típica casa en la que viven una tía joven y una sobrina de dieciséis años. Es una casa sacada de un cuento de hadas.
-¿Cómo?
-Ya lo comprenderás cuando pises mi calle.
Se pusieron de pie, y empezaron a caminar hasta que llegaron a la parada del autobús que tenía que tomar Hugo.
-Bueno, pues hasta esta noche.
-Hasta esta noche, Hugo.
Cuando Danielle dio media vuelta para irse a su casa, Hugo la agarró muy suavemente del hombro haciendo que ella girara en torno a sí misma. El chico se acercó a ella, le puso dos mechones de pelo detrás de la oreja, y le dió un suave beso en la mejilla a Danielle. Ella, perpleja, lo miró a los ojos y puso sus manos en el cuello descubierto de Hugo. Se lo acercó a su hombro y le dió un cálido abrazo, mucho más que el del pasillo. Hugo le rodeó la cintura con sus brazos, y permanecieron en esa postura al menos tres minutos, hasta que llegó el maldito autobús que Hugo tenía que tomar.
        

Cuando Simon cruzó la puerta principal, se percató de dos cuerpos sentados en la escalera muy acaramelados. Los vió por detrás. Ella era menuda, con una melena rubia y rojiza que le caía por la espalda como una cascada y una camiseta morada. Él tenía el pelo negro y brillante y vestía una sudadera verde. Estaba claro. Hugo y Danielle. Simon pasó justo por su lado, pero no se percataron de él. Los ignoró completamente, e inició camino hacia su casa, donde había compartido tantísimos momentos con Danielle. No pudo evitar acordarse de esas tardes leyendo cómics con ella junto a la chimenea cuando tenían doce años, y a los catorce, cuando se pasaban horas y horas escuchando los discos de vinilo de Queen en el antiguo tocadiscos tirados en la alfombra, y de esas horas de estudio en las que él la ayudaba con Español, y ella a él con Historia, a los quince años. 
Y ahora, ¿qué hago? Necesito a Danielle más que nunca... Hoy la llamo e intentaré quedar con ella esta noche. Pensó Simon.



Escrito por: Macarena