15 de septiembre. Mis cosas todavía están guardadas en esas grandes cajas de cartón colocadas en la entrada de mi nueva casa. Parece ser que es más grande que la anterior. Ahora tengo una habitación propia con vistas al mar, aunque no es que me importe mucho la estética del cuarto. Me da igual. Lo que sí que me importa es tener que empezar el nuevo curso en otro colegio... No es que me apetezca mucho. Es más, no quiero, ahora que empezaba a darle menos importancia a las cosas malas del antiguo instituto, tengo que mudarme a otra ciudad y matricularme en uno nuevo. Pero al menos mi nueva familia parece simpática, no como la otra. Ahora que estoy caminando hacia el nuevo centro, espero que no sea el único alumno nuevo. Bien, toda la entrada está llena de gente... ¿Pero cuál es mi clase? 1ºA... Segunda planta a la izquierda... Aquí es. Vaya, parece ser que soy el primero en llegar. Bueno, me sentaré por aquí, en un sitio donde no se me vea mucho... Perfecto, aquí, en la penúltima fila. Empiezan a entrar alumnos. Todo tipo de gente; feos, guapos, gordos, flacos, tristes, felices... Vaya... una chica se ha sentado a mi lado. Tiene el pelo muy largo ligeramente rubio y un tatuaje en el hombro. Parece ajetreada. Me mira con unos increíbles ojos azules oscuros y me saluda. En su carpeta hay un montón de fotos, en una sale con un chico con gafas muy sonriente. Se puede leer un nombre, cuyas letras son recortadas de las hojas de un periódico... "Danielle". Pues así se llamará la chica. Unos diez minutos más tarde, un chico con gafas irrumpe en el aula. Se dirige hacia nosotros y se sienta al otro lado de la chica. Los dos intercambian sonrisas y palabras, y él le ha dado un pequeño paquete. Parece que a la chica le ha gustado, porque le ha dado un beso en la mejilla a su amigo. O no tan amigo. ¿Serán pareja? Porque si lo son, no esque peguen mucho. Bah, de todas formas me da igual. Me limito a escuchar al profesor.
-Bien, pues dicho esto podéis salir ordenadamente, es la hora de descanso. -Dijo el profesor mientras guardaba sus gafas en el estuche.
Todos los alumnos salieron por la puerta sin orden, desobedeciendo al tutor. Unos llenos de alegría por volver a ver a sus compañeros, otros con aspecto aburrido por tener que dejar atrás el verano, y otros, como Hugo, con intención de pasar desapercibido. Sacó unas monedas que introdujo en la máquina de café, y cuando lo obtuvo, se dió la vuelta sin darse cuenta de que la chica que se había sentado junto a él en clase estaba justo detrás. No sabemos ciertamente si eso fue fruto de la Ley de Murphy, pero dió la casualidad que había café derramado en el suelo, Hugo lo pisó, se resbaló, y en café calló sobre la camiseta de Danielle. Mala suerte.
-Ah, ya empezamos, y sólo es el primer día. -Protestó la chica mientras sacaba un pañuelo del bolso y se limpiaba la ropa.
-Eh... lo siento, no había visto el charco, perdona... -Se excusó Hugo, mirando hacia abajo sin querer que se notase su vergüenza.
-No importa, no es tu culpa, si no que la mala suerte me acompaña a todos lados.
-Pues entonces es la torpeza la que va pegada a mí, porque cualquiera se habría dado cuenta de que había café en el suelo. -Dijo Hugo levantando un poco la vista. Pudo percibir el ligero aroma a vainilla que desprendía la chica, mezclado desafortunadamente con el apestoso olor del café de máquina. Aún así le encantó.
-Bueno, la mancha se disimula, la camiseta es marrón así que no se nota mucho. Es más, me gusta.
Hugo quedó asombrado por el optimismo de su compañera, y no pudo evitar sonreir, cosa que no hacía muy a menudo.
-Soy Danielle. Dichosa la forma de habernos conocido, ¿eh?
-Eso parece -Y volvió a sonreir- Me llamo Hugo.
Y justo en el momento que Hugo iba a sonreir por tercera vez en un minuto, el chico con gafas tan amigo de Danielle se acercó a nosotros, corriendo. Parecía acalorado.
-¡Danielle! ¿Por qué has tardado tanto? Ya pensaba que no venías. -Preguntó este.
-Hugo me ha derramado el café sin querer.
-¿Y se puede saber quién es ese torpe de Hugo?
Estas palabras molestaron al chico. Sí, era torpe, pero no le gustaba que se lo dijeran. Hugo ya sabía por adelantado que este tío gafotas no le iba a caer nada bien.
-Soy yo. -Dijo el aludido con aire molesto. - Y ha sido por accidente.
-Ah... -Susurró el gafotas. Nunca pensó que el "derramador de café" estuviese justo a su lado. En ese momento deseó que la tierra lo tragase.
Suena el timbre que anuncia el regreso de todos los alumnos a sus respectivas aulas. Hugo y Danielle tuvieron un pensamiento mutuo: Mierda, no he podido tomarme mi ansiado café.
Escrito por: Macarena